16/2/10

¿Por qué no voy a misa? Un análisis critico y breve del pensamiento Católico Romano y Protestante (Reformado) de la eucaristía (2da parte).



Hasta aquí hemos planteado la postura del catolicismo medieval y la reacción de la reforma protestante a esta. Dicha reacción solo ha sido analizada desde la perspectiva que presentan algunos escritos de reformadores destacados, pero ¿Qué nos dice la palabra de Dios en cuanto al sacrificio de Cristo? ¿Qué tan eficaz es este para propiciar al pecador? El testimonio bíblico se presenta unánime en la postura de que el único sacrificio propiciatorio, que satisface de una vez y para siempre sin la necesidad de renovarse y/o continuarse, es la obra de Cristo en la cruz hecha a favor de los pecadores.


En la Epístola a los Hebreos, tenemos una amplia fuente de información en lo referente a la realidad de la obra de Cristo y como esta sobrepasa todo los sistemas de sacrificios concebidos bajo el antiguo pacto. El tema principal de esta carta, en pocas palabras, es “La supremacía de Cristo: Su persona y obra”. Una lectura breve y superficial nos llevaría de inmediato a esta conclusión: Cristo es mayor que los Ángeles, que Moisés, que los sumos sacerdotes constituidos en el antiguo pacto y su obra en la cruz al derramar su sangre sobrepasa en eficacia a la sangre derramada por millares de machos cabríos, como fue en el antiguo testamento.


Recordemos que las preguntas que tenemos ante nosotros son: ¿Es la obra de Cristo, completa y suficiente para redimir y salvar a pecadores? O ¿requiere ésta de repetición y/o renovación para mantener o conseguir su propósito de rescatar al pecador?


La Respuesta reformada dada unas líneas más arriba la vemos confirmada en la enseñanza de la carta de Hebreos, de la cual listamos a continuación.

1. El Oficio sacerdotal de Cristo es permanente y eficaz, por lo cual, no necesitamos más sacerdotes que presenten ofrendas por nuestras culpas ante Dios.

Hebreos 7:22-28:

“……. Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por El se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Porque tal sumo sacerdote nos convenía: Santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez y para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al hijo, hecho perfecto para siempre”.

2. La obra de Cristo es permanente y suficiente, para satisfacer las demandas de Dios por el pecado.

Hebreos 9:24-28:

“Porque no entró Cristo en el santuario hecho a mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el lugar santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez y para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”.


Estas dos enseñanzas básicas, extraídas de la carta a los hebreos dejan en claro el carácter único y suficiente de la obra de Cristo y a la vez deben guiar nuestro entendimiento de la naturaleza y propósito de nuestros sacrificios, ofrecidos hoy en adoración (i.e. sacrificios de alabanza). De la misma forma, Estos textos nos llevan a considerar de una manera más completa el significado del memorial que se lleva a cabo al celebrar la cena del Señor al tomar los elementos del pan y el vino. Si bien, Cristo nos manda a tomar el pan y el vino y que los mismo son representación de su cuerpo y sangre que fueron ofrecidos, el propósito de la comunión nunca fue ni deberá ser, el ofrecer el cuerpo de Cristo, representado en el pan, ni su sangre, en el vino, como una ofrenda propiciatoria buscando la remisión de nuestros pecados. Esta obra de redención, que quitó de en medio el problema de nuestro pecado, fue hecha una sola vez y para siempre en la cruz del calvario y su eficacia es total y absoluta.


Es muy probable que ante esto, la opinión católica romana se levante en contra de las conclusiones a las que hemos llegado. Muchos dirán que entienden que la obra de Cristo es única y no necesita de añadiduras, pero esta opinión al parecer solo se queda en palabras, pues como veremos, no solo en la terminología usada por la iglesia de Roma sino también en sus principales enseñanzas y prácticas, se hace resaltar el hecho de que lo que se lleva a cabo en la misa, no es más que un ritual por medio del cual los elementos del pan y el vino, convertidos extraña pero milagrosamente en el cuerpo y la sangre físicos de Cristo, son partidos, sacrificando así el cuerpo del Señor y llevando a cabo la renovación y/o repetición de su obra propiciatoria.


Tras muestras contundentes en las escrituras, que en aquel momento se encontrabas escondidas bajo el poder de la iglesia y que empezaban a ser descubiertas nuevamente, ¿cuál fue la reacción de la iglesia católica Romana? ¿Fueron estas enseñanzas suficientes para convencerles de las diferencias que había en comparación al testimonio bíblico? ¿Fueron aceptadas estas enseñanzas como correctas o cuestionadas como herejía? En la próxima parte consideraremos cual fue la reacción Católica a todo este movimiento producido por la reforma protestante, de manera específica en cuanto al tema que estamos tratando.

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