19/2/10

¿Por qué no voy a misa? Un análisis critico y breve del pensamiento Católico Romano y Protestante (Reformado) de la eucaristía (4ta parte).



Aplicaciones

Posiblemente, salte la pregunta ¿por qué es esto importante? ¿No deberíamos mejor apelar al amor y la tolerancia, y aceptarnos todos con nuestras posturas y opiniones, pues al final lo que importa es la sinceridad? Ciertamente la sinceridad de nuestro servicio a Dios y de nuestras creencias y/o doctrinas acerca de Él es importante, pero vivimos en tiempos en donde se ha intercambiado la verdad por la tolerancia y creemos que lo necesario no es la doctrina sino que todos nos aceptemos. Pero esta es una posición que no es apoyada por Cristo y su palabra, y al final ninguno vive ni puede vivir a la luz de esta. Es importante y necesario que lo que creamos sea la verdad pues cometer un error en nuestro entendimiento de Dios, y específicamente en temas tales como la salvación de nuestra alma, traerá consigo consecuencias de repercusiones eternas. Hay personas que están sinceramente equivocadas, lo cual nos dice que la sinceridad en sí misma no es suficiente, es necesario que esta esté basada en la verdad.


Cristo dice: “El que me ama mi palabra guardara,……. el que no me ama no guarda mis palabras” Juan 14:23-24. De ninguna manera debemos tomar este tema en poco, y mucho menos aceptar ambas posturas pues ambas van una contra la otra, la realidad de nuestro amor por Cristo esta en juego.



Amigo Católico Romano, seguramente es tu sincero deseo el agradar a Dios y hacer su voluntad. Es muy fácil querer la voluntad de un Dios hecho a nuestra medida, que no demande mucho de nosotros, pero tristemente ese no es Dios. El amor a Dios se demuestra en una humilde y sincera devoción por Dios, tal y como El se revela en su palabra. Sus atributos, tales como su santidad, justicia, Ira, y no solo su amor, te deben ser deleitosos y aceptados, pues El es Dios. Ahora bien, no solo tienes un sincero deseo de agradar a Dios, sino que no deseas ser condenado en el infierno, tu deseas ser salvo. Y preguntamos, ¿En base a qué piensas presentarte como digno del cielo, ante el trono de Cristo? La palabra de Dios, es enfática al declarar que dado que todos hemos pecado, y estamos manchados por el pecado, nada hay que podamos hacer en nosotros mismo. Más Dios, siendo el ofendido, en su gran amor, viendo nuestra terrible y perdida condición, se ha acercado a nosotros lleno de gracia y bondad proveyendo un medio único y eficaz para traer salvación a millares de pecadores, ofreciendo a su unigénito Hijo, El Señor Jesucristo, quien siendo Dios, se despojó de su gloria y ocupó el lugar que tu y yo merecemos y cargó con nuestras culpas en la Cruz. El sacrificio de la Cruz fue el lugar donde Dios el padre trató a Dios el hijo como si fuera el más grande de los pecadores, donde Dios el padre trató a Cristo como tú y yo merecemos. Ese sacrificio consumado de una vez y para siempre, ha pagado para todos aquellos que creen en Cristo su ticket para entrar al cielo, y el medio por el cual el pecador se une a Cristo, es únicamente el arrepentimiento y la Fe.


Algunos textos de las escrituras que dejan en claro esta verdad:

Efesios 2:8-10

Por Gracia sois salvos, por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras , para que nadie se gloríe.”


Hechos 17:30

“…Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan”.


Juan 3:16-17

“De tal manera amó Dios al mundo, que dio a su hijo unigénito para que todo aquel que en el cree no se pierda mas tenga vida eterna”

1 Timoteo 2:5-6

“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo Hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo”.


Colosenses 2:13-14

“Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con El, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio clavándola en la cruz”.


Gálatas 2:16, 20-21

“…. Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificando.

Con Cristo estoy Juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mi; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley (o alguna clase de sacrificio que yo deba hacer) fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo”. (palabras entre paréntesis añadidas por el autor)


¿Sabías que cada vez que acudes al ritual de la misa, lo entiendas o no, estas sencillamente diciendo que ese sacrificio hecho en la cruz, no ha sido suficiente? ¿Sabías que cada vez que tomas los elementos, viendo en ellos una víctima que esta ‘siendo’ entregada por ti, estás diciendo, que aquella preciosa sangre derramada hace 2000 años en la cruz del calvario, aquel sufrimiento, como no ha habido ninguno, no es suficiente para salvarte? Te invito a que evalúes tu vida y consideres seriamente la verdad infalible y toda suficiente de la palabra de Dios, que ella sea tu guía y única fuente inerrante de vida y practica. Este tema puede ser ampliado mucho más, pero hasta aquí se ha cubierto, de manera condensada y directa enseñanzas claves referentes a este tema. Espero seas motivado a considerar más ampliamente la verdad detrás del sacrificio de Cristo y su permanencia y diferencia ante nuestros sacrificios de adoración entregados hoy por medio de Cristo.


¿Por qué no voy a una misa? Porque Cristo Jesús, de una vez y para siempre hizo lo que nunca podré hacer, derramó su sangre y entregó su vida en mi lugar. ¡Llevó a cabo una obra que jamás podré igualar y Gloria a Dios por eso!!! Jamás requerirá de añadiduras. Lo que hoy me queda es sencillamente, ofrecer mi adoración por medio de Él, que abrió un camino vivo al padre.


Mi Amigo protestante, te hago la misma pregunta, ¿En qué descansa tu confianza para ir delante de Dios y llegar a Él? Temo que muchos, que se proclaman cristianos, yerran en el blanco al considera su fundamento para ser aceptos delante de Cristo. Espero que tu respuesta pueda ser sincera y que humildemente puedas responder que tu esperanza está en Cristo y su obra redentora, llevada a cabo eficazmente en la cruz del calvario y que nada haces hoy para añadirle sino que te deleitas en saber que en El y solo en El eres acepto.
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17/2/10

¿Por qué no voy a misa? Un análisis critico y breve del pensamiento Católico Romano y Protestante (Reformado) de la eucaristía (3era parte).



La respuesta Católica a las enseñanzas de la reforma protestante respecto al sacrificio de Cristo y el sacrificio de la misa y todos los demás puntos en que se trajo cuestionamientos a la iglesia católica, fueron presentados en lo que se ha llamado la contrarreforma protestante. La distinción entre el sacrificio de Cristo y los nuestros resaltada por el protestantismo fue condenada por la iglesia Católica Romana en el Concilio de Trento (1545-1564). Su 22a sesión, en 1562, se centro en el sacrificio de la misa. Citaremos algunos de los cánones, que condensan de manera particular lo que fue la opinión de Roma referente a este tema.



H.J. Schroeder (ed.) en su “Canons and decrees” sesión XXII, capitulo 2 dice:

“Puesto que en este sacrificio divino que se celebra en la misa esta contenido e inmolado de una manera incruenta el mismo Cristo que una vez se ofreció a sí mismo de manera cruenta en el altar de la Cruz, el santo concilio enseña que el mismo es verdaderamente propiciatorio… porque, apaciguado por este sacrificio, el Señor concede la gracia y el don de la penitencia, y perdona hasta los delitos y pecados mas graves. Por cuanto la víctima es una y la misma, la misma que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes que entonces se ofreció en la cruz, siendo solo diferente el modo de la ofrenda.

De manera particular los tres primeros cánones de la sesión 22 del concilio de Trento dictan como sigue:

Canon 1: Si alguien dice que en la misa no se ofrece a Dios en un sacrificio real y verdadero…… sea anatema.

Canon 2: Si alguien dice que por las palabras “haced esto en memoria de mi” Cristo no instituyó a los apóstoles en sacerdotes, o no ordenó que ellos y otros sacerdotes ofreciesen el propio cuerpo y la propia sangre de Él, sea anatema.

Canon 3: Si alguien dice que el sacrificio de la misa es solo de alabanza y acción de gracias; o que es una mera conmemoración del sacrificio consumado en la cruz pero no un sacrificio propiciatorio, sea anatema.

Lo que esta sesión del concilio de Trento quiso dejar bien en claro, es el desacuerdo y ataque a las enseñanzas de los reformadores en lo que respecta al significado de la misa. Los cánones de este concilio siguen en vigencia como parte de la enseñanza oficial de la Iglesia Católica Romana, su esencia ha sido confirmada en el curso del último medio siglo, por ejemplo, en dos encíclicas papales. Pío XI, por ejemplo, en su Ad Catholici sacerdotii (1935) describió la misa como, en sí misma, “un sacrificio real… que tiene verdadera eficacia”. Continua, “La inefable grandeza del sacerdote humano se destaca de todo su esplendor, porque tiene poder sobre el cuerpo del mismo Jesucristo. Primero, lo hace presente en nuestros altares, y luego en el nombre de Cristo mismo lo ofrece como víctima infinitamente agradable a la divina majestad”.

En mediator Dei (1947), Pío XII afirmó que el sacrificio eucarístico “representa, vuelve a representar, renueva y demuestra el sacrificio de la cruz”. Este es verdadera y apropiadamente la ofrenda de un sacrificio” (párrafo 72). Además dice que: “en nuestros altares, Cristo se ofrece a si mismo diariamente por nuestra redención” (párrafo 77). Y más adelante agrega, “la misa de ninguna manera deroga la dignidad del sacrificio de la Cruz, puesto que es un recordatorio de que para nosotros no hay salvación sino en la cruz del Señor Jesucristo” (párrafo 83).

Como bien dice John Stott en su libro “La cruz de Cristo” referente a las palabras del párrafo 83, que a primera instancia pudieran parecer correctas: “A pesar de la afirmación, de que la misa de ninguna manera deroga el sacrificio de la cruz, al llamar a la eucaristía en el mismo párrafo ‘la inmolación diaria’ de Cristo, inevitablemente le resta valor al carácter histórico definitivo y a la eterna suficiencia de la Cruz. Hay tres elementos particularmente irritantes en estas afirmaciones del concilio de Trento y en las posteriores encíclicas papales, que requieren clarificación. Al ser una inmolación diaria si bien incruenta de Cristo, el sacrificio de la misa (1) es distinto de su sacrificio ‘cruento’ en la cruz y lo complementa, (2) es obra de sacerdotes humanos, y (3) es ‘verdaderamente propiciatorio’”(pág. 292).

Tras esto queda de ti mi amigo que lees, que quizás eres católico Romano o protestante, el considerar seriamente cuál es tu posición. Me temo que muchos católicos Romanos desconocen lo que hasta aquí se ha planteado. Vas a Misa, con tal ligereza que no te inquietas por saber que hay detrás de lo que haces y/o crees.

Las diferencias entre ambas enseñanzas, la católica Romana, basada en encíclicas papales y eiségesis bíblica apoyada por tradiciones de hombres, y las de la reforma protestante, como hasta aquí han sido analizadas, nos deja ante opiniones que no pueden ser reconciliadas aceptando ambas.


Para finalizar, en la próxima parte veremos algunos puntos de aplicación, que deberíamos derivar de estas enseñanzas, que ciertamente demandan de nosotros una respuesta. Todo estudio de este tipo es necesario llevarlos a la practica, de nada nos servirá tener y/o conocer la sana doctrina y la verdad de Dios para tenerla de adorno en nuestras mentes. El llamado es a ser hacedores y no solo oidores (santiago 1:22).
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16/2/10

¿Por qué no voy a misa? Un análisis critico y breve del pensamiento Católico Romano y Protestante (Reformado) de la eucaristía (2da parte).



Hasta aquí hemos planteado la postura del catolicismo medieval y la reacción de la reforma protestante a esta. Dicha reacción solo ha sido analizada desde la perspectiva que presentan algunos escritos de reformadores destacados, pero ¿Qué nos dice la palabra de Dios en cuanto al sacrificio de Cristo? ¿Qué tan eficaz es este para propiciar al pecador? El testimonio bíblico se presenta unánime en la postura de que el único sacrificio propiciatorio, que satisface de una vez y para siempre sin la necesidad de renovarse y/o continuarse, es la obra de Cristo en la cruz hecha a favor de los pecadores.


En la Epístola a los Hebreos, tenemos una amplia fuente de información en lo referente a la realidad de la obra de Cristo y como esta sobrepasa todo los sistemas de sacrificios concebidos bajo el antiguo pacto. El tema principal de esta carta, en pocas palabras, es “La supremacía de Cristo: Su persona y obra”. Una lectura breve y superficial nos llevaría de inmediato a esta conclusión: Cristo es mayor que los Ángeles, que Moisés, que los sumos sacerdotes constituidos en el antiguo pacto y su obra en la cruz al derramar su sangre sobrepasa en eficacia a la sangre derramada por millares de machos cabríos, como fue en el antiguo testamento.


Recordemos que las preguntas que tenemos ante nosotros son: ¿Es la obra de Cristo, completa y suficiente para redimir y salvar a pecadores? O ¿requiere ésta de repetición y/o renovación para mantener o conseguir su propósito de rescatar al pecador?


La Respuesta reformada dada unas líneas más arriba la vemos confirmada en la enseñanza de la carta de Hebreos, de la cual listamos a continuación.

1. El Oficio sacerdotal de Cristo es permanente y eficaz, por lo cual, no necesitamos más sacerdotes que presenten ofrendas por nuestras culpas ante Dios.

Hebreos 7:22-28:

“……. Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por El se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Porque tal sumo sacerdote nos convenía: Santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez y para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al hijo, hecho perfecto para siempre”.

2. La obra de Cristo es permanente y suficiente, para satisfacer las demandas de Dios por el pecado.

Hebreos 9:24-28:

“Porque no entró Cristo en el santuario hecho a mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el lugar santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez y para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”.


Estas dos enseñanzas básicas, extraídas de la carta a los hebreos dejan en claro el carácter único y suficiente de la obra de Cristo y a la vez deben guiar nuestro entendimiento de la naturaleza y propósito de nuestros sacrificios, ofrecidos hoy en adoración (i.e. sacrificios de alabanza). De la misma forma, Estos textos nos llevan a considerar de una manera más completa el significado del memorial que se lleva a cabo al celebrar la cena del Señor al tomar los elementos del pan y el vino. Si bien, Cristo nos manda a tomar el pan y el vino y que los mismo son representación de su cuerpo y sangre que fueron ofrecidos, el propósito de la comunión nunca fue ni deberá ser, el ofrecer el cuerpo de Cristo, representado en el pan, ni su sangre, en el vino, como una ofrenda propiciatoria buscando la remisión de nuestros pecados. Esta obra de redención, que quitó de en medio el problema de nuestro pecado, fue hecha una sola vez y para siempre en la cruz del calvario y su eficacia es total y absoluta.


Es muy probable que ante esto, la opinión católica romana se levante en contra de las conclusiones a las que hemos llegado. Muchos dirán que entienden que la obra de Cristo es única y no necesita de añadiduras, pero esta opinión al parecer solo se queda en palabras, pues como veremos, no solo en la terminología usada por la iglesia de Roma sino también en sus principales enseñanzas y prácticas, se hace resaltar el hecho de que lo que se lleva a cabo en la misa, no es más que un ritual por medio del cual los elementos del pan y el vino, convertidos extraña pero milagrosamente en el cuerpo y la sangre físicos de Cristo, son partidos, sacrificando así el cuerpo del Señor y llevando a cabo la renovación y/o repetición de su obra propiciatoria.


Tras muestras contundentes en las escrituras, que en aquel momento se encontrabas escondidas bajo el poder de la iglesia y que empezaban a ser descubiertas nuevamente, ¿cuál fue la reacción de la iglesia católica Romana? ¿Fueron estas enseñanzas suficientes para convencerles de las diferencias que había en comparación al testimonio bíblico? ¿Fueron aceptadas estas enseñanzas como correctas o cuestionadas como herejía? En la próxima parte consideraremos cual fue la reacción Católica a todo este movimiento producido por la reforma protestante, de manera específica en cuanto al tema que estamos tratando.

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15/2/10

¿Por qué no voy a misa? Un análisis critico y breve del pensamiento Católico Romano y el Protestante (Reformado) de la eucaristía (1era Parte).



Como bien es conocido en el circulo de la religión cristiana, la reforma protestante del siglo XVI trajo consigo la apertura a un debate teológico entre las tradiciones de la iglesia católica Romana y las verdades bíblicas que hasta el momento permanecían escondidas. Este debate, que se ha extendido hasta nuestros días, incluye un sin número de tópicos distintos, tales como: la justificación de los pecadores, ¿Por fe, obras o ambas?, ¿Escritura o tradición?, ¿Son validas las indulgencias?, ¿Existe el purgatorio?, entre otros. En este escrito quisiera analizar de manera detenida, clara y sencilla, aunque no completamente exhaustiva, un tema que se coloca como uno más entre tantos que marcan la diferencia, impidiendo la reconciliación de estos grupos.

Esto ha surgido tras meditar personalmente en una pregunta que muchos Católicos Romanos hacen a los evangélicos. En mi caso en especifico, tengo en la actualidad familiares y amigo católicos romanos que han pensado y se preguntan esto, ¿Por qué no asisto a una misa?, al final, ¿no es esta un servicio a Dios?

Si bien, tristemente muchos piensan que el no asistir a una misa es simplemente el resultado de un celo anticatólico infundado, quisiera empezar respondiendo que la postura reformada que se opone al servicio de la misa no descansa en un sentir personal o celo injustificado sino más bien en una base netamente teológica y/o escritural. Como veremos más adelante, el problema tras el rito o como tradicionalmente algunos llaman el “sacrificio de la misa” no es un asunto personal o sentimental sino bíblico. En este punto, es prudente destacar, que el análisis a realizarse en las líneas siguientes no tienen el propósito ni de ofender ni acusar a nadie, mas bien lo que se busca es traer luz sobre un tema que entiendo tanto católicos romanos como evangélicos de la actualidad no conocen ni se interesan por conocer. Si te consideras cristiano, debes procurar con todo tu ser de conocer la verdad de lo que crees y asegurarte que tu fe y práctica estén fundadas en el testimonio infalible y suficiente de la palabra de Dios. En este escrito se presentarán opiniones sobre un tema serio y crucial para todo aquel que este interesado en una correcta relación con el único Dios vivo y verdadero y con la salvación de su alma; pero tales opiniones no son mas que opiniones si no encuentra sus sustento en la Biblia. Si al finalizar este estudio, la interpretación dada a los textos bíblicos no es la correcta, el autor de este se encontrará en serios problemas. Pero si al terminar de leer, mi amigo lector, quedas persuadido de cual es la verdad Bíblica referente al tema a tratarse, no tienes mas opción que someterte a esa verdad.

Todos los reformadores estaban unidos en el rechazo del sacrificio de la misa, si bien muchos de ellos se distanciaron entre sí en su enseñanza eucarística, sin embargo todos tuvieron este punto en común, que la instrucción Católica-Romana referente a la eucaristía socava verdades esenciales del genuino cristianismo. Ahora bien, ¿Qué movió a estos hombres a rechazar las enseñanzas de la iglesia Católico Romana, referentes a la misa y lo que esta representa?

De modo que sea más fácil el entender la respuesta detrás de esta pregunta, consideremos las enseñanzas de la iglesia Católica Romana. Si bien las posiciones de esta han variado a través de los siglos, veamos de manera resumida lo que esta ha enseñado al respecto y las diversas variaciones que tales enseñanzas han sufrido. Iniciaremos presentando la postura del catolicismo medieval, seguido de la reacción protestante. Finalmente, consideraremos las enseñanzas de la contrarreforma Católica y como las tales se han ido impartiendo hasta el día de hoy.

La Postura del catolicismo Romano Medieval

La Doctrina Eucarística del catolicismo medieval expresa que el sacerdote cristiano ofrece a Cristo, realmente presente bajo las formas del pan y el vino, como un sacrificio propiciatorio (apaciguador o pacificador de la ira) a Dios por los pecados de los vivos y los muertos. Tal postura surge tiempo después, con la inclinación que se creó en obispos tales como Cipriano a mediados del siglo III de considerar la cena del Señor como un sacrificio verdadero. A la luz de esta expresión del catolicismo medieval, vemos que la teología católica-Romana en ese momento veía en el ritual eucarístico, o lo que comúnmente llamamos misa, un evento en el cual los elementos del pan y el vino son convertidos milagrosamente(a través de la transubstanciación) en el mismo cuerpo y sangre de Cristo que es entregado (sacrificado) continuamente, como un sacrificio propiciatorio. En pocas palabras, cada vez que se celebra el ritual de la misa, Cristo mismo, en los elementos del pan y el vino, es entregado como la hostia (victima) en sacrificio delante de Dios con el propósito de satisfacer (propiciar) la ira de Dios justa por nuestros pecados. Esta postura se ve confirmada tanto en la teoría como en la práctica. El uso de términos tales como Sacerdotes, hostia, sacrificio eucarístico, el santísimo, típicos de la iglesia romana ponen de manifiesto la realidad propiciatoria con la que se concibe el ritual de la misa.


La respuesta de la reforma protestante

De aceptar la postura católica-medieval, la conclusión lógica que se deduce de esta enseñanza es que el sacrificio de Cristo en la cruz fue de algún modo insuficiente para satisfacer las demandas que Dios en su justicia exige por nuestros pecados, y como tal, requiere de nosotros una especie de cooperación, en este caso por medio de la eucaristía en la cual se repite este sacrificio, completando su efectividad vez tras vez en la misa. Al mismo tiempo da a entender que el sacrificio entregado por el sacerdote católico es en cierta manera igual en propósito y eficacia a aquel sacrificio hecho en la cruz cuando el Unigénito Hijo de Dios fue entregado en nuestro lugar.

Al considerar esta opinión, vemos que la iglesia Romana cometió el error de no diferenciar de manera enfática y clara el sacrificio de Cristo hecho en la cruz por nosotros y nuestros sacrificios (adoración, alabanza, etc.) ofrecidos hoy por medio de Él durante los servicios de adoración. Es por esto que los reformadores se presentan en contra de la doctrina católica de la eucaristía.

Como bien dijo Thomas Cranmer, en su estudio sobre la cena del Señor conocido como “Cranmer on the Lord’s supper”, planteando la diferencia que los reformadores a la luz de las escrituras entendieron:


“Una sola clase de sacrificio hay, que se llama propiciatorio o misericordioso, vale decir, un sacrificio que pacifica la ira e indignación de Dios, y obtiene misericordia y perdón por todos nuestros pecados… Si bien en el antiguo testamento había ciertos sacrificios llamados por ese nombre, en realidad de verdad no hay más que un sacrificio por medio del cual son perdonados nuestros pecados y se obtiene la misericordia y el favor de Dios. Este único sacrificio es la muerte del Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo; tampoco fue ningún otro sacrificio propiciatorio en momento alguno, como tampoco lo habrá. Este es el honor y la gloria de nuestro sumo sacerdote, el cual no admite ni socio ni sucesor….

Hay otra clase de sacrificio, que no nos reconcilia con Dios; lo hacen aquellos que son reconciliados por Cristo, para testificar nuestras obligaciones para con Dios, y laudatorios, de alabanza y acción de gracias.

La primera clase de sacrificio, Cristo la ofreció a Dios por nosotros; la segunda clase, nosotros mismos la ofrecemos a Dios por medio de Cristo”.


En este punto, sería saludable y prudente apelar al testimonio infalible de la palabra inerrante de Dios. ¿Qué nos dice la escritura referente al sacrificio de Cristo? ¿Acaso da esta lugar a que veamos en nuestros sacrificios, o más específicamente, en el evento por medio del cual se presentan los elementos del pan y el vino (la misa o santa cena), sacrificios propiciatorios?

En nuestra próxima entrega tendremos dos muestras bíblicas que los reformadores entendieron como testimonio del inigualable valor del sacrificio de Cristo.

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